La visitadora






LA VISITADORA

Antonio Murciano

(1929-)



Era en Belén y era Nochebuena la noche.

Apenas si la puerta crujiera cuando entrara.

Era una mujer seca, harapienta y oscura

con la frente de arrugas y la espalda curvada.

Venía sucia de barros, de polvo de caminos,

la iluminó la luna y no tenía sombra.

Tembló María al verla; la mula no, ni el buey

rumiando paja y heno igual que si tal cosa.


Tenía los cabellos largos, color ceniza,

color de mucho tiempo, color de viento antiguo;

en sus ojos se abría la primera mirada

y cada paso era tan lento como un siglo.

Temió María al verla acercarse a la cuna.

En sus manos de tierra ¡oh Dios! ¿qué llevaría...?

Se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente

y le ofreció la cosa que llevaba escondida.


La Virgen, asombrada, la vio al fin levantarse.

¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!

El Niño la miraba, también la mula, el buey

mirábala y rumiaba igual que si tal cosa.


Era Belén y era Nochebuena la noche.

Apenas si la puerta crujió cuando se iba.

María, al conocerla, gritó y la llamó: "¡Madre!"

Eva miró a la Virgen y la llamó: "¡Bendita!"

¡Qué clamor, qué alborozo por la piedra y la estrella!


Afuera aun era pura, dura la nieve y fría.

Dentro, al fin, Dios dormido, sonreía teniendo

entre sus dedos niños la manzana mordida.

 

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