Oda, I, 9

«Monte Soracte, Roma». Obra de Edward Lear (1812-1888).






ODA, I, 9



Quinto Horacio Flaco (65 a. C.-8 a. C.)




¿Ves cómo, resplandeciente de alta nieve, se yergue el Soracte, y ya los bosques, agobiados, no aguantan su carga, y se han cuajado los ríos en cortante hielo?

Ahuyenta el frío echando abundante leña sobre el fuego, oh Taliarco, y vierte sin tasa de un ánfora sabina vino de cuatro años. El resto, déjalo a los dioses; pues tan pronto como ellos amainan los vientos que luchan sobre el mar hirviente, ya no se agitan los cipreses ni los añosos fresnos. Lo que mañana pasará, no trates de saberlo; y cada día que la Fortuna te conceda, sea como sea, apúntalo en tu haber; y no desdeñes, siendo mozo, los tiernos amores ni los bailes, mientras está lejos de ti, aún vigoroso, la torpeza que viene con las canas.

Ahora hay que volver a la hora convenida al Campo y a las plazas, y a los susurros suaves al caer la noche; ahora hay que buscar la grata risa que desde el fondo del rincón traiciona a la muchacha que se esconde, y la prenda que se arranca de su brazo o del dedo que malamente se resiste. 


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