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En las montañas. Obra de Albert Bierstadt (1830-1902). |
LA GRANDEZA DE DIOS
por Gerald Manley Hopkins (1844-1889)
por Gerald Manley Hopkins (1844-1889)
El mundo está cargado de la grandeza de Dios.
Flamea de pronto, como relumbre de oropel
sacudido;
Se congrega en magnitud, como el légamo de aceite
Aplastado. ¿Por qué pues los hombres no acatan su
vara?
Generaciones han ido pisando, pisando, pisando;
Y todo lo agosta el comercio; lo ofusca, lo ensucia
el afán;
Y lleva la mancha del hombre y comparte del
hombre el olor: el suelo
Se halla desnudo, ni el pie, calzado, puede ya sentir.
Y con todo esto, natura nunca se agota;
Vive en lo hondo de las cosas la frescura más
amada;
Y aunque las últimas luces del negro occidente
partieron,
Oh, la mañana, en el pardo borde oriental, mana;
Pues el Espíritu Santo sobre el corvado
Mundo cavila con cálido pecho y con ¡ah! vívidas alas.
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