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| «La Natividad de Cristo». Obra de Andréi Rubliov (1360-1430). |
CANTO DE MARCHA DE NAVIDAD
(Fragmento)
Paul Claudel
(1868-1955)
Porque es la gran noche en que por todos los caminos los cristianos se ponen en marcha hacia Belén,
Y nosotros, por muy pocos que seamos, formamos nuestro pequeño pelotón.
Apenas abierta la puerta, ¡he aquí todo el cielo que nos salta a los ojos!
Un millón de estrellas punzantes con la Vía Láctea en medio.
Ministro de la solemnidad, el cielo pregona su saber a los cielos.
El firmamento, en su inmenso ornamento, cuenta la gloria de Dios.
¡Un solo relámpago! Es todo el ejército celestial que desenvaina, alineado sobre nosotros con sus capitanes, en especial cinco o seis,
¡El inmenso pueblo fundido en una sola voz que canta «Gloria in excelsis»!
Sobre todo cinco o seis estrellas, ¡y ved ésta, la más hermosa!
¡Oh Globo espiritual suspendido sobre el santo establo!
Vaso de la luz consagrada que nos trae un ángel indudable.
Para ti, ciudad de David y de Booz, oh Belén Efratá,
Ciertamente no eres la más pequeña entre todas las ciudades de Judá,
¡Pues de tu seno ha de nacer esta noche el Salvador de los hombres!
(…)
Porque hoy nos ha nacido un niño, un pequeñín se nos ha dado,
Un tallo ha brotado de David, una flor de la raíz de Jesé,
¡La persona de David ha salido del seno de la Virgen sin pecado!
He aquí la carne de nuestra carne, he aquí el Niño-con-Dios que se nos ha engendrado,
Restituyendo la plena herencia que Satanás nos robaba,
¡Y su nombre es llamado Admirable, Consejero,
Dios-fuerte, Padre-del-Siglo-futuro, Príncipe-de-la-Paz!
Proseguid, os digo, y entrad, pues yo, por mi parte, me quedo donde estoy.
Pero que cada uno, primero, prepare para Jesús el presente que ha traido.
(…)
Es verdaderamente el día de Navidad, todo de oro puro que ningún mal corroe.
Mañana, puesto que es necesario, serviremos al cruel Herodes,
Retomando la herramienta del artesano y la silla del empleado.
Yo habito en la alegría divina, como José el carpintero,
Viendo junto a mí a este niñito, que es Nuestro Señor,
Y a María, nuestra madre, que en silencio guarda estas cosas en su corazón.

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